lunes, 29 de marzo de 2010

OTRAS PLAZAS: CÁCERES (1ª PARTE)





Una vista de la cacereña plaza de la Era de los Martires construida en 1846
Comenzamos esta sección de OTRAS PLAZAS visitando la monumental ciudad de Cáceres, declarada con todo merecimiento Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 1986, donde encontramos la histórica plaza de toros de la Era de los Mártires, una de las más antiguas y bellas que se conservan en España, erigida en 1846. La plaza es una obra del ingeniero Secundino Velilla, y consta de tres pisos que componen un edificio de trazado clásico construido con arcos de granito visto. Tiene un ruedo de 50 metros y un aforo para más de 7000 espectadores. La plaza fue inaugurada un 6 de agosto de 1846, actuando los diestros fueron José Redondo "El Chiclanero" y Gaspar Díaz "El Lavi" que lidiaron reses de la ganadería de Gaspar Muñoz y Pereiro. De aquella corrida nacerían unos populares versos que todavía se recuerdan en la localidad: "Cuando vino El Chiclanero / y reconoció la plaza / le dijo a su compañero / ésta es la mejor de España". Contrariamente a lo que muchos hayan podido pensar el nombre de Era de los Mártires no tiene ninguna relación con nuestra guerra civil. El nombre le viene desde el momento de su construcción, al asentarse sobre el lugar del mismo nombre, llamado así por encontrarse junto a una ermita dedicada a la advocación de los mártires San Sebastián y San Fabián.

Emprendemos camino hacia la bella ciudad extremeña aprovechando la festividad de San José desde Madrid por la Nacional V, donde poco a poco nos vamos encontrando con nombres que nos traen muchas resonancias a la tauromaquia gefremera como Brunete, Navalcarnero, Maqueda o Talavera. Al llegar a esta última localidad podemos contemplar junto a la carretera un monumento en recuerdo a la Batalla de Talavera, pero no a la del año de 1936 de tan nefasto recuerdo para los intereses de la República, sino de la que tuvo lugar en 1809 que enfrentaría a las tropas de Napoleón al mando de su hermano José Bonaparte, contra las Españolas mandadas por el Capitán General de Extremadura Gregorio de la Cuesta y sus aliados Británicos comandados por Arthur Wellessey, más tarde conocido como Duque de Wellington. El monumento consta de tres monolitos triangulares de piedra que sostienen en su vértice más alto una esfera formada por ramas de olivo, perfectamente visibles desde la carretera. Cada uno de los pilares representa a una de las naciones que participaron en la batalla, estando grabados en cada uno de ellos los nombres de los regimientos que tomaron parte en la misma. Ahora que con la Ley de Memoria vemos la dificultad que existe en ponerse de acuerdo sobre ciertos monumentos y símbolos, tal vez este monumento de Talavera pueda servir de ejemplo sobre como recordar hechos históricos y a las personas que ellos intervinieron sin herir sensibilidades ni levantar heridas.


Monumento construido para conmemorar elsegundo centenario de la Batalla de Talavera.
Continuamos el viaje entre las dehesas y la campiña extremeña, en todo su esplendor esta primavera, con unos verdes que nos recuerdan campos mucho más al norte. Todo un espectáculo para la vista, acompañado por la presencia de un buen número de aves de todo tipo y de las flores que sobre los prados y en algunos árboles comienzan a aparecer. Si esta zona es ya de por si un lugar privilegiado, en esta época y en estas circunstancias todavía mucho más.

Llegamos a la ciudad de Cáceres, donde podemos disfrutar de sus monumentos, de su variada gastronomía, de su oferta de ocio y también de una intensa actividad cultural que nos ha sorprendido gratamente, con un buen número de museos, salas de exposiciones y convocatorias variadas. Pero nosotros vamos a centrarnos en el tema que nos interesa, la guerra civil en Cáceres. Aunque bien es cierto, que no entraremos en mucha profundidad, si no que lo trataremos de forma resumida señalando lo más notable y significativo que podemos encontrar recorriendo la ciudad.

En Cáceres al igual que en toda Extremadura, el Frente Popular había ganado en las elecciones de febrero de 1936, al producirse el golpe de julio el gobernador civil de la provincia Miguel Canales González tras entrevistarse con el coronel del Regimiento de Argel, Álvarez Díaz, el cual desconocía los preparativos que algunos de su subordinados llevaban realizando desde hace tiempo, decide no tomar ninguna iniciativa, sin hacer caso a las peticiones de las fuerzas políticas republicanas de la ciudad y al propio alcalde, Antonio Canales, entre ellas las de entregar armas a diferentes organizaciones políticas y sindicatos. A su vez permite que una compañía de la Guardia de Asalto parta hacia Madrid. Lo cual resultaría fatal para el posterior desenlace de los acontecimientos.

A última hora de la tarde del día 19 el coronel Álvarez Díaz como Comandante Militar de la provincia, no se sabe si por decisión propia o forzado por la sublevación de sus subordinados (entre ellos el comandante González Marín y los capitanes Visedo y Pérez Viñeta que llevaban tiempo preparándolo), declara el estado de guerra. Las fuerzas del Regimiento de Argel, apoyadas por efectivos de la Guardia Civil, se hacen con la cuidad sin disparar un solo tiro. La represión, que sería muy dura en la provincia, comenzaría a continuación.

Desde este momento la ciudad de Cáceres tendría un papel pasivo durante la contienda (aun teniendo en cuenta la importancia estratégica de caer en manos franquistas la provincia, lo que aceleraría la conexión física entre las dos zonas rebeldes), hasta el 26 de agosto de 1936, cuando Franco establecería en el Palacio de los Golfines de la ciudad, propiedad de Gonzalo López Montenegro Carvajal antiguo alcalde de la ciudad, su cuartel general. El 28 de Septiembre de 1936 se reunirían en la finca del ganadero de toros bravos Antonio Pérez Tabernero de la vecina provincia de Salamanca alguno de los principales impulsores de la sublevación, entre ellos los generales Cabanellas, Queipo de Llano, Saliquet, Dávila, Mola, Orgaz, Gil Yusta, Kindelán y Franco, para tratar de unificar el mando de las fuerzas rebeldes. Por una parte algunos generales monárquicos querían limitar el mandato de quien fuera elegido como Generalísimo a la duración de la guerra. Sin embargo Franco, convencido de que sería el elegido, tenía otros planes de futuro.


El general Franco tras ser proclamado generalísimo en el balcón del Palacio de los Golfines.