miércoles, 14 de julio de 2010

LA ROJA (CON PERDÓN), EL DUQUE DE ALBA Y EL DUQUE DE FUENTEALBILLA.

LA ROJA (CON PERDÓN), EL DUQUE DE ALBA Y EL DUQUE DE FUENTEALBILLA.


Los jugadores de La Roja reciben el trofeo de la Copa del Mundo. (Doble Click en cualquiera de las imágenes para ampliar).

"Maldito pulpo, me sepultó en el ridículo. Destruyo la obra de toda mi vida". David Spiegelhalter, profesor de Estadística y Probabilidades de la Universidad de Cambrigde, en referencia al pulpo Paul.

Si hacen ustedes memoria amigos lectores en una crónica anterior publicada en este semanario titulada "De los Austrias a Mourinho" recordábamos la llegada de esta dinastía al trono de España y como el primer monarca de la misma, Carlos I, se iba a convertir por diferentes rebotes hereditarios en el monarca más poderoso de todo el orbe, quedando bajo su autoridad gran parte de los territorios europeos entre ellos los Países Bajos, parte de los cuales conforman la actual Holanda. Tener que gobernar tantos territorios y tan diversos no es tarea fácil, sobre todo si enciman te lo complican británicos, franceses y hasta los mismos Papas de Roma, sin olvidar al taimado Turco. Con un panorama así y teniendo en cuenta que en aquellos tiempos todavía no existía la ONU, la solución a los diferentes conflictos que se pudieran producir ya se la imaginaran ustedes, se aplica por decreto la ley del más fuerte.

Además de que en aquellos tiempos no existía la ONU, tenían también el serio handicap de que tampoco existiera el avión, lo más rápido y fiable que se conocía era el caballo al galope, solo superado por el lanzamiento de emisario a la catapulta, aunque bien es cierto que el caballo ofrecía una menor siniestralidad y mayor eficacia. Por lo tanto era prácticamente imposible que un soberano si sus dominios eran muy extensos, pudiera estar todos los lugares donde había jaleo, lo que solucionaba delegando, algo tan en boga en la empresa privada actual. Y para ello elegían a personas de su total confianza y que hubieran demostrado su inquebrantable lealtad a la corona, aunque en muchas ocasiones les saliese el tiro por la culata con la elección. Sería interminable el recordar a los innumerables virreyes, validos y otros cargos de designación directa, entre los que podríamos encontrar individuos de las más diversas cataduras, desde grandes hombres hasta auténticos canallas, así como un elevado número de inútiles, seguramente el grupo más numeroso, si no que se lo pregunten a los Borbones. Hoy nos vamos a centrar en uno de esos hombres en los que los reyes ponían su confianza, en Don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba (ya lo ven amigos lectores, otro noble con nombre de Brandy).


Un retrato del Duque de Alba en su etapa en Flandes.

El Duque de Alba, ilustre antepasado de la actual Duquesa de Alba sin lugar a dudas más conocida que su tatarabuelo, fue un militar y diplomático español que desde muy pequeño dio muestras de su indudable talento para ambos cometidos, ya que con solo seis años se marchó acompañando a su abuelo a tomar Navarra, como el que no quiere la cosa. Su primer encargo serio se lo encomendó Carlos I en 1532, los otomanos habían llegado hasta Viena y tenían cercada la ciudad, el Duque al mando de 200.000 hombres se dirigió para allí a poner orden, aunque no le hizo falta ni desenvainar, ya que los turcos viendo lo que se les venía encima tomaron las de Villadiego, o las de Estambul que viene a ser lo mismo. Posteriormente estuvo de campaña por el norte de África, tomando la ciudad de Túnez al malísimo Barbarroja. Más tarde participaría al mando de los temibles Tercios en la batalla de Muhlberg, que contribuirían notablemente a la victoria final. El Duque que comenzaría sirviendo a Carlos I lo continuaría haciendo con su hijo Felipe II, que le nombraría Virrey de Nápoles, donde tendría que dar cuenta del mismísimo Papa de Roma Pablo IV, si amigos lectores como lo oyen, que había osado desafiar a Felipe II aliándose con el Rey de Francia, que tras el descalabro en SanQuintin, que se armó una buena, dejó abandonado al Papa que tendría que rendirse tras conquistar el Duque de Alba la ciudad de Roma.


La actual Duquesa de Alba en los años 50. Para que vean hasta donde podemos llegar con el terrible paso del tiempo.

A estas alturas del relato habrán comprendido que el Duque era un valor en alza, una persona a la que se le podían encomendar grandes tareas. Pues bien, en 1566 se producen en los Países Bajos una serie de revueltas en diferentes ciudades instigadas por los calvinistas. Felipe II no podía consentir un hecho similar en un territorio de esa importancia económica, estratégica y política, y para solucionarlo envió a uno de sus mejores hombres que como ustedes habrán podido suponer se trataba del Duque de Alba. Al igual que la ONU, o los aviones, en aquella época tampoco existía el cine, pero el Duque aplicó el principio básico e inamovible en que se basan todas las películas de John Wayne, a saber: “algo ha pasado, alguien va a cobrar”. Y dicho y hecho, para allá que se fue el Duque acompañado de un gran ejército, que si no vas en ese plan la gente no te hace caso, y lo primero que hizo fue establecer el “Tribunal de los Tumultos”, que también sería conocido como “Tribunal de la Sangre”, ustedes ya se imaginaran la razón de esta doble denominación. Pero además de ejercer una severa represión, el Duque emprendió una rigurosa política recaudatoria para poder financiar el ejército que le acompañaba, lo que terminó de encender la chispa de un ya caldeado ambiente y provocando que varias ciudades se declararan en rebeldía. Al final Felipe II decidió mandar al Duque al banquillo en 1573, pero en ese tiempo el de Alba había conseguido crearse una imagen bien definida, imagínense como sería que aun en la actualidad cuando los niños holandeses no quieren terminarse la comida sus mamas les amenazan con un contundente “como no te lo comas va a venir el Duque de Alba” que suele tener efectos fulminantes. Un tío con carisma, si señor.


Caricatura de época del "terrible y sanguinario" Duque de Alba.