domingo, 17 de julio de 2011

VIRGILIO LERET

Retrato de Virgilio Leret fusilado en Melilla por los golpistas el 18 de julio de 1936. Revista Aeroplano Nº20. (Haga clic en cualquiera de las imágenes de esta crónica para verla ampliada en otra pestaña).

VIRGILIO LERET.
(Melilla, 17 de Julio de 1936)


Es algo curioso como muchas veces la memoria colectiva de una nación deja en el olvido a mujeres y hombres, pese a que estos hayan realizado meritos suficientes para ser recordados. Por desgracia España es uno de los países donde este fenómeno se produce con mayor frecuencia, sobre todo si el personaje en cuestión está de alguna forma relacionado con la guerra civil, y particularmente si tomó partido por los perdedores.

El nefasto siglo XIX (que comenzaría con la Guerra de Independencia, continuaría con varias guerras civiles, múltiples alzamientos y pronunciamientos militares, deplorables monarcas, entre otras muchas desgraciadas circunstancias políticas y económicas, y que finalizaría con el trauma de la perdida de las últimas colonias ultramarinas) dejaría a España al comienzo del siglo XX en una situación bastante precaria en diferentes aspectos: sociales, económicos, políticos o culturales y científicos. La revolución industrial apenas se dejo sentir en el país, la mayoría de la población dependía de la agricultura, principalmente latifundista, y tanto la pobreza como el analfabetismo alcanzaban a un gran porcentaje de la población. Sin embargo, pese a este negro panorama, la cultura, la ciencia y la tecnología en España experimentarían un espectacular auge en el primer tercio del siglo XX, de manera que muchos españoles se encontraban entre los mejores en muchas disciplinas, tanto científicas como culturales pese a lo desfavorable de la situación a nivel nacional. Sin duda en este “renacimiento” vino propiciado por el auge de las corrientes regeneracionistas y particularmente por la existencia de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), autentica cantera de primeras figuras inspirada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza.

Desgraciadamente el inicio de la guerra civil acabaría con este esplendor y devolvería al país a su tradicional atraso y oscurantismo. Gran parte de estas personas se verían forzadas a exiliarse en el extranjero, otras muchas padecerían lo que se ha denominado el exilio interior, a las que se les impediría en muchos casos continuar desempeñando su actividad, otros muchos serían encarcelados y represaliados, y por último muchos fallecerían durante la contienda, bien en los combates o bien en la brutalidad de la retaguardia y algunos encontrarían la muerte en la feroz represión posterior a la guerra.

Ahora que se cumplen 75 años del golpe militar que desencadenaría la guerra, incomprensiblemente la gran mayoría de todas aquellas personas que tomaron partido por la República, permanecen en el olvido colectivo. La labor desarrollada durante décadas por el régimen instaurado por los vencedores, encaminada a eliminar de la conciencia general el recuerdo de aquellos que se les opusieron, consiguió sus objetivos, y hoy muchas de aquellas personas han pasado a ser auténticos personajes anónimos de los que no queda constancia de su vida ni de su obra, a lo que también contribuyo ese incomprensible “olvido conciliador” que se generalizó durante la transición. Por fortuna en la actualidad son muchas las personas, colectivos o asociaciones que están comenzando a recuperar la figura y la obra de estas personas injustamente olvidadas. Hoy queremos hablarles de una de estas personas, una de las primeras victimas de la guerra civil. En su caso gracias a la meritoria labor tanto de su esposa como de sus hijas, quizá se trate de una de las personas menos desconocidas dentro de este amplio grupo de españoles anónimos, pero que por sus características y circunstancias, y por el hecho de que tal día como hoy se cumplen 75 años de su ejecución, hemos tenido a bien el traerle a estas páginas.

La familia de virgilio Leret, al que podemos ver a la izquierda de la imagen sentado en una silla.Revista Aeroplano Nº20.

Virgilo Leret Ruiz nació en Pamplona el 23 de agosto de1902, donde según el testimonio de su esposa en más de una ocasión corrió los sanfermines. Hijo de un teniente coronel del Ejército, seguiría los pasos de su padre ingresando en la Academia de Infantería de Toledo en 1917 con quince años, de donde saldría como alférez en 1920. Su etapa militar esta ligada en sus orígenes a Marruecos, donde serviría muchos años y participaría en diferentes episodios bélicos, entre ellos la toma de Xauen en 1920, por los que obtendría diferentes condecoraciones. Al año siguiente sería trasladado al campamento de Aviación de Samia Ramel, cerca de Tetuan, donde entraría en contacto con el mundo aeronáutico que despertaría gran interés en Leret. En 1924 sería nombrado alumno de la 22 promoción de pilotos de aeroplanos, y también comenzaría sus estudios como Ingeniero Libre Mecánico Electricista de grado superior que finalizaría en 1929 con la más alta calificación, sin abandonar en ningún momento su actividad militar.

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Como piloto Virgilio Leret intervendría en múltiples operaciones de combate en Marruecos, destacando su intervención en el desembarco de Alhucemas, donde su avión sería abatido cayendo en zona enemiga, tras más de 24 horas de marcha pasando grandes penalidades logró llegar a zona francesa y salvar de ese modo su vida.

En 1930 se encontraba destinado en Getafe cuando se producen los sucesos de Jaca el día 12 de diciembre, en la base el día 15 varios oficiales, entre ellos Ramón Franco, Hidalgo de Cisneros y Queipo de Llano se sublevan para proclamar la República y Leret se niega a oponerse a sus compañeros, motivo por el que tras el fracaso de la intentona sería encarcelado acusado de rebelión.

Virgilio Leret a los mandos de un aeroplano.Revista Aeroplano Nº20.

Tras la proclamación de la Republica en abril de 1931, Leret sería reintegrado a su destino anterior. Al producirse la Revolución de Asturias, Leret estaba destinado en la base de El Atalayón en Melilla, y volvería a ser encarcelado tras enviar un escrito al General Jefe de la Circunscripción Oriental criticando las declaraciones de algunos militares sobre la situación política, algo prohibido por el reglamente militar. La queja no es del agrado de su superior, que ordena su arresto y la apertura de un expediente disciplinario, por el que sería condenado por falta muy grave y encarcelado en el presidio del castillo del Hacho en Ceuta durante unos meses, tiempo que emplearía para comenzar a desarrollar su idea de construir un innovador motor a reacción, que denominaría "MOTOTURBOCOMPRESOR DE REACCIÓN CONTINUA", una revolucionaria invención muy avanzada para su época, que situaba a la aeronáutica española en un lugar de privilegio respecto a otros países. Tras el arresto sería declarado cesante y apartado del servicio cobrando solamente una quinta parte de su sueldo. Durante este periodo de inactividad militar, continuaría con sus investigaciones patentando su invención en Marzo de 1935. El motor inventado por Leret despertó grandes expectativas, incluso el propio Presidente de la República se interesó por ello, y estaba previsto que comenzara su fabricación y pruebas para septiembre de 1936. Tras el triunfo del frente Popular en 1936 Leret es rehabilitado y en julio de 1936 se encuentra destinado en Melilla como jefe accidental de la base de hidroaviones del Atalayón.

Plano de motor a reacción diseñado por Virgilio Leret. Idealizacion realizada por el ingeniero aeronáutico Martín Cuesta Álvarez, autor del artículo "El motor a reacción de Virgilio Leret" publicado en la revista Aeroplano Nº20.

En Julio de 1936 Virgilio Leret disfrutaba de sus vacaciones en Melilla en compañía de su esposa, la escritora y periodista Carlota O’Neill, y de sus dos hijas. Se encontraban alojados en una draga anclada en la Mar Chica, a la que accedían por medio de una barquita de remos. En la tarde del día 17 comenzaron a sonar las sirenas de la base, el primer tabor de Infantería, del Grupo de Regulares de Alhucemas, al mando del capitán Guillermo Emperador, y su primer escuadrón de Caballería, a las órdenes del capitán Alfredo Corbalán Reina, estaban atacando la base de hidroaviones. Comenzaba lo que podemos denominar como la primera batalla de la guerra civil.

Podemos encontrar una detallada descripción de este enfrentamiento en palabras del investigador histórico Enrique Caballero Calderón que hemos encontrado publicadas en la página http://www.suboficiales.es y que ustedes pueden leer haciendo clic aquí donde también encontrarán muchas más referencias biográficas sobre Virgilio Leret Ruiz. A continuación trascribimos la parte de este interesante estudio referida a este enfrentamiento:

“El día está nublado y transcurre tranquilo, los trabajos de mantenimiento de las aeronaves, Dornier Wal, van demasiado lentos, por lo tanto los hidroaviones permanecen parados, a la espera de que se le sustituyan los motores Lorraine de 450 CV, por los fabricados en la casa Elizalde de Barcelona. Cambio motivado por una grave avería en el reductor de la hélice, que ha obligado a la autoridad aeronáutica a la paralización de las aeronaves, por el peligro que representa para el vuelo. La plantilla de personal se encuentra muy mermada en su número, debido a encontrarse de vacaciones parte de su personal, aún así, están en la Base, unos 102 hombres, entre civiles y militares.

Un hidroavión Dornier Wal similar a los que podían encontrarse en la base del Atalayón en 1936. Foto Ejército del Aire.

El reloj del centro de comunicaciones de la Base, marca las 16:45 cuando la radio de emergencia emite la voz nerviosa y angustiada del Sargento, Gregorio Gómez Limón, encargado de las comunicaciones, en el aeródromo militar de Tauima, Base Aérea situada en la carretera que va desde la Villa de Nador, a la población que da nombre al aeródromo. “La sublevación de los facciosos (salvadores para otros) se esta produciendo….. Oficiales de Regulares al mando de soldados de la mehala, están ocupando la Base…. ¡¡¡necesitamos ayuda!!!.

El receptor del mensaje, alerta al Oficial de Guardia, el Alférez, Luis Calvo Calavia, que ve entrar, en ese momento, a su compañero, el también Alférez, Armando González Corral, con la cara desencajada y el pelo desaliñado, causado lo primero, por la preocupación que le atenaza y lo segundo, por velocidad del coche, con el que había viajado desde Melilla, tras entrevistarse con el Delegado Gubernativo, Jaime Fernández Gil. Se han levantado contra la República, nos van a atacar, gritaba con la voz entrecortada por la excitación, los Regulares, los Regulares y la legión, han sido.

El Jefe de la guardia acciona la sirena, su agudo e incesante sonido alerta a todo el personal, incluido al Jefe de la Zona Oriental de la Fuerzas Aéreas de África, el Capitán, Virgilio Leret Ruiz, que se encuentra en ese momento, en los aledaños del poblado que hay junto a la misma, paseando con su mujer y su hija, hacia él se dirigen con premura algunos miembros del personal bajo su mando, que le ponen al corriente de lo que está sucediendo. Las mujeres recogen apresuradas a los niños, para llevarlos a la débil seguridad de sus casas, el miedo inunda el ambiente.

El Capitán Leret lleva corriendo a su mujer, Carlota O`Neill Lamo y a sus hijas, Mariela y Carlota, al barco donde residen temporalmente y tras cambiarse de calzado, coge su gorra de Oficial y su arma reglamentaria, un revolver y se dirige apresuradamente en dirección a las rampas de botadura de los hidroaviones. En el corto trayecto de vuelta, que recorre a bordo de una barca de remos, comienza a recibir disparos, que provienen de la carretera principal, cota desde la que se domina la ensenada y el recinto militar. Preocupado se pone de pie y le ruega a su mujer, que le observa, desde la cubierta del barco, paralizada por el miedo a perderle,… ¡¡¡vete, vete abajo.… Carlota vete, baja…, palabras desesperadas que Carlota, no quería obedecer, hasta que entonces gritó…¡¡¡ Por las hijas!!! , grito que se convertiría para ella en su último deseo, y que serían las últimas, a las que Carlota respondió bajando al camarote.

Virgilio Leret posa junto aun Breguet XIX. Foto revista Aeroplano Nº20.


A su llegada a tierra se une a los que le esperan, dando ordenes a diestro y siniestro, con los brazos extendidos, mientras se dirige hacia la entrada principal. Las noticias que le transmiten, sus subordinados y amigos, no son buenas, el ataque inicial lo ha llevando acabo la caballería mora, que con gran rapidez se ha aproximado al muro perimetral, por la zona Este, apostándose tras la vía del ferrocarril.

La escasa guardia que custodia habitualmente la base (8 soldados y un Cabo), han estado batidos por fuego de ametralladoras pesadas, viéndose obligados a abandonar los torreones y a retroceder hacia el interior, lo que han aprovechado los atacantes para pegarse al muro, procediendo a usar las troneras como puntos donde apostarse, para disparar hacia el interior del recinto, tal y como habían previsto en los planes de asalto.

Los sitiados disparan desde las escasas ventanas de los edificios situados al Sur y que forman parte del muro, pero reciben un tupido fuego desde la carretera, que está en lo alto de la ladera del monte, como cobertura al avance de los sitiadores.

Tropas de Regulares, como las que asaltaron la base del Atalayón, prperadas para cruzar en avión a la Península desde el aeródromo de Samia Ramel.

Los resultados son desastrosos, pues obligan a los defensores a situarse en una pequeña superficie, en torno al pabellón de oficiales, quedando batida por las balas el acceso al arsenal, y por lo tanto dejándoles sin suministro de munición. El número de fuerzas atacantes es muy superior, muy preparadas para el combate, muy fogueadas, con mucha precisión y gran capacidad de tiro. Después de casi dos horas de intercambio de disparos y de lucha calle a calle, los sitiados, que no habían sido hechos prisioneros, se encuentran parapetados en el edificio de dos plantas que sirve de alojamiento para Oficiales, disparando sus armas, por las ventanas que dan a la calle principal del aeródromo, hasta que la munición se les acaba, es en ese momento cuando el Capitán Leret, sale al exterior y arrojando su arma al suelo rinde la posición, asumiendo para si toda la responsabilidad.

Termina así la primera batalla de la Guerra Civil Española (1936-1939), que arrojo el balance, de varios heridos leves en ambos bandos y las dos primeras bajas, un Sargento y un soldado atacantes.”


El capitán Virgilio Leret sería posteriormente fusilado junto a sus compañeros, los alféreces Armando González Corral y Luis Calvo Calavia. Según la versión oficial la ejecución se produciría días después tras la celebración de un juicio. Sin embargo según el testimonio del soldado Eduardo Sánchez, natural de Melilla y testigo de aquellos momentos, la historia es otra.

El día 17 de Julio Eduardo Sánchez, soldado de reemplazo en la base de El Atalayón, se encontraba de permiso en el bar que sus padres regentaban en Melilla. A media mañana del día siguiente se reincorporó a su puesto en la base de hidros de El Atalayón a donde se dirigió montado en bicicleta como lo hacía habitualmente, según su testimonio “la carretera estaba sembrada de muertos”. Al llegar a la base comprobó que estaba ocupada por las fuerzas de regulares, y en un rincón encontró sentado a un compañero que visiblemente emocionado y entre lagrimas le dijo: “Acabamos de matar al capitán Leret”. Esta versión contradice la oficial según la cual Virgilio Leret fue encarcelado en el fuerte de Rostro Gordo y donde sería fusilado cinco días después tras la celebración de un juicio. La versión de los hechos del soldado Sánchez es corroborada por el testimonio del teniente de ingenieros Hermenegildo Gómez de Fabián testigo de los hechos, el cual durante el transcurso de la guerra se pasó del bando franquista al republicano y que en un informe enviado al Partido Comunista el 15 de Marzo de 1937 declara: “El Capitán Leret fue pasado por las armas al amanecer del 18 de julio, semidesnudo y con un brazo roto”… “El Suboficial Armando fue pasado por las armas momentos después de haber sido retirado el cadáver del Capitán Leret”.

Los cadáveres serían enterrados en una fosa común según la versión oficial, aunque en la actualidad no se conoce el lugar donde descansan los restos del capitán Leret y de sus compañeros, considerados por muchos los primeros fusilados de la guerra civil. Meses más tarde el Gobierno Republicano ascendería a comandante a Virgilio Leret a título póstumo.

Virgilio Leret junto a su esposa e hijas. Fotografia revista Aeroplano Nº20.

Pero la tragedia no terminaría aquí para la familia del capitán, su esposa sería encarcelada y permanecería en prisión cerca de cinco años tras un simulacro de juicio donde perdería la patria potestad de sus dos hijas que serían internadas en un orfanato para hijos de oficiales en Aranjuez. En 1940 Carlota O’Neill conseguiría la libertad provisional, y en 1945 la definitiva. En ese mismo año marcharía al exilio a Venezuela junto con sus dos hijas. Sobre todas estas vivencias Carlota O’Neill escribiría un libro titulado “Una mujer en la guerra de España” publicado por la editorial Oberon.

Y hasta aquí esta crónica dedicada a Virgilio Leret Ruiz. Una persona que pese a acumular en su corta existencia méritos suficientes para ser recordado por futuras generaciones, tanto por su trayectoria como militar y aviador, o como ingeniero adelantado a su tiempo, o incluso como héroe. Sin embargo al cumplirse 75 años de su trágica muerte, continua siendo un perfecto desconocido para la mayoría de los españoles, a pesar del tremendo esfuerzo y encomiable trabajo realizado por su viuda e hijas. Sirvan estas líneas como homenaje a su persona, así como a todas aquellas victimas de la guerra civil cuyos nombres permanecen injusta e incomprensiblemente en el olvido.

Florentino Areneros.