viernes, 20 de abril de 2012

DERRIBO Y MUERTE DEL PILOTO SERGEI TARJOV (I PARTE)

En este cuadro de Juan Abellán podemos ver dos aparatos Polikarpov I-15 “Chato”, los primeros aviones de caza soviéticos que actuaron en los cielos de Madrid en 1936 pilotados por pilotos de la unión soviética. (Haga clic en cualquiera de la imágenes para verla ampliada).

DERRIBO Y MUERTE DEL PILOTO SERGEI TARJOV

Por Florentino Areneros

En nuestra anterior crónica publicábamos una necrológica, redactada por Juan Manuel Riesgo, sobre la figura de Juan Abellán, un afamado pintor que dedicó gran parte de su obra a temas de la aeronáutica militar. Su vocación e interés por estos temas tal vez haya que buscarlos el día del 13 de noviembre de 1936, cuando siendo todavía un muchacho, presenció desde la terraza de la Residencia de Estudiantes, donde se encontraba cursando estudios, un espectacular combate aéreo en los cielos de Madrid, en el que pudo contemplar el derribo de uno de los aviones que en aquel duelo participaba. Aquel combate aéreo fue probablemente el primero que contemplaban muchos madrileños, acostumbrados hasta ese momento a ver a las escuadrillas de aviones de bombardeo alemanes e italianos, bombardear la ciudad con total tranquilidad e impunidad.

Fotografía tomada durante la Guerra Civil de la calle Pintor Rosales esquina a Marqués de Urquijo. En el edificio de la derecha está marcada la ventana del sótano donde permaneció refugiado Fernando Cardenal los primeros días de la Batalla de Madrid.(Pueden encontrar el relato integro en una entrevista que le fue realizada para el número 14 de la revista Frente de Madrid ).

Otra de las personas que presenciaron aquel combate fue nuestro buen amigo Fernando Cardenal “Niño de Rosales”, como nos confesó al leer el obituario de Abellán. Fernando había pasado los primeros días de la Batalla de Madrid escondido en el sótano de la finca que se encuentra en la esquina de Marqués de Urquijo con el Paseo Rosales, donde su familia poseía una academia dedicada a la formación de señoritas. En esa misma casa, en el ático, residía también la pareja formada por Teresa León y Rafael Alberti. La casa, por su situación frente al Parque del Oeste quedaría en primera línea de fuego y muy expuesta a los impactos, por lo que tuvieron que trasladarse más a la “retaguardia”, refugiándose en otro sótano en compañía de varios vecinos, esta vez en un edificio que hace esquina entre las calles de Marqués de Urquijo y Martín de los Heros, donde su familia tenía alquilada otra vivienda, cuyas ventanas interiores daban hacia el sureste, hacia el Cuartel de la Montaña, y fue desde esas ventanas desde donde Fernando contempló aquel enfrentamiento, que al igual que le ocurrió a Juan Abellán, quedaría grabado para siempre en su memoria.Jesús Salas Larrazabal, tiene referencias a otro derribo de un avión soviético que caería sobre el Cuartel de la Montaña, sería este combate el que pudo contemplar Fernando Cardenal desde la ventana de su domicilio orientada hacia el cuartel (Pueden encontrar el relato integro en una entrevista que le fue realizada para el número 14 de la revista Frente de Madrid ). Este combate aéreo tuvo lugar el 8 de noviembre según la versión de Salas: “Un residente en Madrid afirma que en la mañana del 8 de noviembre cayo un Chato en el Cuartel de la Montaña y que su piloto, lanzado en paracaídas, fue muerto por los milicianos, que lo tomaron por alemán. Mi informante recogió una libreta que se le cayó al piloto y recuerda perfectamente que estaba escrita en caracteres cirílicos, lo que demuestra que el piloto era ruso. Pensé yo inicialmente que este suceso habría ocurrido el día 9, pero el testigo llevaba su propio diario, que conserva. La discrepancia de horarios puede resolverse situando el combate a las dos de la tarde –lo que concuerda con los relatos de Seibane y del parte de Madrid- hora que los madrileños consideran aún de la mañana, dada la tardía hora a que acostumbran a comer”.
(1)

Fotografía de la finca de Marques de Urquijo esquina a Martín de los Heros donde residía Fernando Cardenal, desde una de las ventanas de su casa contemplaría como un avión derribado caía en la zona del Cuartel de la Montaña. ).


Con toda esta ingente cantidad de jugosa información, no podíamos dejar sin torear este morlaco que nos han colocado en suerte, o por lo menos intentarlo. Y fue así como llegamos hasta la figura del piloto que fue derribado y tuvo que saltar en paracaídas, un capitán ruso de nombre Sergei Tarjov, también conocido como “Antonio”, que moriría a los pocos días a consecuencia de la heridas que sufrió aquel día.

Tras el golpe militar de julio, los sublevados comenzaron a recibir una importante ayuda por parte de las potencias fascistas europeas, Alemania e Italia. Una ayuda de vital importancia en los primeros momentos del conflicto, que permitiría a los sublevados desarrollar diferentes operaciones estratégicas, destacando entre todas ellas el “Paso del Estrecho”, que sería el primer puente aerotransportado de la historia militar, y que permitiría a los rebeldes trasladar un importante número de efectivos del Ejercito de África, a la península, una operación que acabaría por inclinar radicalmente la situación inicial (a esta operación militar dedicamos una crónica que ustedes pueden leer haciendo clic aquí). Por su parte las potencias llamadas democráticas, Francia y el Reino Unido, acabarían inclinándose por la elaboración de un Pacto de No Intervención, en el que también participarían Alemania, Italia y la Unión Soviética. Con este pacto se pretendía evitar que el conflicto español pudiera generalizarse y provocar su extensión al resto del continente. Aunque inicialmente los cinco estados firmarían este pacto, tanto Alemania como Italia continuarían con el envío de material y personal militar a los rebeldes, posteriormente la Unión Soviética comenzaría a enviar material militar, así como asesores y técnicos al gobierno de la República. La ayuda soviética supondría un fuerte espaldarazo a las opciones republicanas, cuyas fuerzas en los primeros meses de la guerra se habían visto incapaces de detener el arrollador avance del Ejército de África, que tras cruzar el estrecho, se dirigía imparable hacia la capital de España.

Fotografia coloreada a un grupo de soldados marroquies de Regulares esperando para ser transportados a la península. Al fondo otro grupo de soldados nativos sube a uno de los Junker 52 facilitados por Hitler a los sublevados.

En Octubre de 1936 comenzaron a llegar cargueros con la ayuda soviética a los puertos españoles de la zona republicana, principalmente al de Cartagena. En estos envíos se contemplaba todo tipo de armamento, destacando por el protagonismo que habrían de tener posteriormente los tanques T-26, así como los aviones, principalmente los bombarderos Tupolev SB-2 “Katiuska” y los cazas Polikarpov I-15 “Chatos” y los I-16 “Moscas”. Estas unidades aéreas se embarcaban desmontadas, teniendo que proceder a su ensamblaje una vez en tierra, lo que suponía tener que esperar un tiempo desde su desembarco hasta su entrada en acción. El avión conocido como Chato había sido diseñado en 1933 por el proyectista de aviones soviético Nikolai Nikolaiev Polikarpov, que en ese momento era jefe de la Oficina de Proyectos del Instituto Central de Aerodinámica de Moscú. El avión debería sustituir a los obsoletos modelos Polikarpov I-5 de los años 20. El avión comenzó a fabricarse en 1934, con la denominación de Polikarpov I-15 “Chatka”, que en ruso significa “gaviota”.(2)

El avión de bombardeo SB-2 “Katiuska”, que comenzaría a operar en los cielos de España en los últimos días de octubre de 1936. ).

El 13 de octubre el carguero soviético “Bolshevik” desembarcaba en Cartagena 13 aviones I-15, y el 16 el buque “Lavamendi” trasbordaba en alta mar 12 aparatos I-15 a buques de menor tamaño que los desembarcarían posteriormente también en Cartagena. A continuación serían trasladados al cercano aeródromo de Los Alcázares, que contaba ya con amplios medios trasladados de los talleres antes ubicados en la zona periférica de Madrid, donde serían montados bajo la supervisión de técnicos rusos. Con estos 25 aparatos a principio de noviembre se organizarían las dos primeras escuadrillas de “Chatos”, que serían conocidas en aquellos momentos por el nombre de sus jefes, los soviéticos Pavel Vassillievic Richagov “Pablo Palancar” y Sergei Tarkhov “Antonio” (2).

El Polikarpov I-16 “Mosca”, un monoplano de grandes prestaciones que junto con los “Chatos” provocarían un giro radical en la guerra en el aire. Según algunas versiones, es posible que Sergei Tarjov fuera derribado a los mandos de uno de estos aparatos en vez de un I-15 como sostienen las mayoría de versiones. ). En la imagen vemos el aparato que ha restaurado la Fundación Infante de Orleáns.

El 4 de noviembre entrarían por primera vez en combate estas dos escuadrillas, terminando con la impunidad con la que hasta ese momento habían actuado las escuadras de bombardeo de la aviación franquista. Del impacto que causo la aparición de estos modernos y manejables aparatos en el cielo de Madrid da fe el hecho de que el siete de ese mismo mes el jefe de la Fuerzas Aéreas de Talavera (el principal grupo que operaba sobre Madrid), el coronel italiano Ruggero Bonomi “Federico Federici” ordenaba: “Por número de cazas enemigos, coronel dispone no se preste ningún servicio”. Sin duda esta orden influyó en los combates posteriores, y así el domingo 8 “las columnas del ala izquierda de Varela, irrumpieron en la Casa de Campo, pero, carentes de apoyo aéreo, fueron frenados en su arboleda”(1). Tendría que ser el propio Franco el que ordenara a las 15:15 de ese mismo día que tres Romeo 37 y nueve Fiat acudieran a proteger el avance por la Casa de Campo. El coronel Bonomi según recoge en sus memorias acataría la orden al haberse reparado diferentes aviones y contar ya con un número suficiente de aparatos para realizar alguna acción con garantías.(1)

Un tanque T-26 con un Polikarpov I-15 volando al fondo. Estos tanques y aviones, junto con las piezas de artillería, permitirían al Ejercito Popular de la Republica encarar el conflicto en una situación de mayor equilibrio.

Los enfrentamientos continuarían en los días posteriores, culminando el día 13 con un espectacular combate aéreo en el cielo de Madrid en el que intervendrían un elevado número de unidades por ambos bandos. Por parte de la aviación del bando franquista participarían 14 Fiat y 9 He 51, que daban escolta a 3 bombarderos Heinkel 46 y 10 Junker 52(1), por parte de la aviación republicana intervendrían las dos escuadrillas de Chatos citadas anteriormente. Aunque Salas no menciona el número de aparatos por parte gubernamental que intervinieron en el combate, teniendo en cuenta el número inicial de 25 unidades desembarcadas en Cartagena y restando las bajas por derribo y por averías, el número de Chatos probablemente no alcanzara la veintena. Según testimonio del mítico piloto republicano Andrés García de la Calle “Lacalle”: “…el recuerdo que tengo de la actuación de estas dos escuadrillas rusas, a una de las cuales me incorporé casi desde su formación, es que nunca conseguimos actuar completas…”(3). Más adelante continúa: “La prueba mas contundente de la gran superioridad moral que tenía la aviación gubernamenteal en el frente de Madrid, y el absoluto dominio que ejercía sobre su cielo, es que, precisamente en esas fechas, esto es, entre el 4 y 15 de noviembre, disponíamos de menor número de aviones de caza que la aviación fascista, ya que a duras penas conseguíamos reunir dieciocho o veinte aviones en total”(3). Según el trabajo de investigación de Salas, aquel 13 de noviembre “Cayeron tres jefes de escuadrilla: el capitán ruso “Antonio” –maltratado por la muchedumbre, al confundir otra vez la nacionalidad -, el veterano alemán Eberhard y el debutante italiano “Mosca”, quien, más afortunado que los otros dos, solo resultó herido por el momento; murió asimismo, otro destacado piloto alemán, el teniente Henrici. El capitán “Antonio” no era sino Sergei Tarjov, cuya defunción consta en los papeles de Hospital Gómez Ulla, con fecha 22-11-36”(1). También “Lacalle” se hace cargo de la muerte de “Antonio” : “Fui a verlo con los pilotos rusos de mi escuadrilla al hotel convertido en hospital. La visita fue patética. Me tradujeron sus palabras: “Gracias, camaradas, por haber venido. Estoy muy contento de verme otra vez junto a vosotros”. Esto lo dijo hablando muy despacio y en muy baja voz. “Con cuanto gusto me tomaría ahora un vaso de cerveza”. Me dijeron que no tenía salvación. Salimos del hospital bastante deprimidos y nos dirigimos al bar Miami donde solíamos ir las pocas veces que nos autorizaban a ir a Madrid, para regresar al aeródromo antes de las once de la noche. Los pilotos rusos se lamentaban mucho conmigo de que su compañero hubiese sido herido precisamente por nuestros propios soldados.”(3). La muerte de Tarjov hizo que el general Miaja promulgara pocos días después una orden prohibiendo hacer fuego sobre los pilotos que descendieran en paracaídas.

Fotografía de los miembros de la escuadrilla “Lacalle”. Esta escuadrilla sería la “heredera” de la escuadrilla “Palancar”, que junto con la de “Antonio” serían las primeras en actuar en Madrid. (En la foto aparece Lacalle de pié, segundo por la derecha).

Tratándose de un piloto soviético, actuando en España de incógnito, no podíamos dejar de consultar el libro de Mijail Koltsov, ese enigmático periodista de Pravda de múltiples identidades, cuyas misiones en España iban mucho más allá de las de un simple periodista. El protagonismo de Koltsov durante los días de la Batalla de Madrid es indiscutible, y podríamos asegurar que muy pocas cosas de lo que ocurrió en Madrid durante aquellas intensas jornadas escaparon de su control. Recogemos a continuación en esta crónica todo lo que Koltsov dejó reflejado en su diario relacionado con la actuación y muerte de su amigo Sergei Tarjov “Antonio” durante aquellos trágicos e intensos días de noviembre de 1936.

Mijail Koltsov, el enigmático corresponsal del diario Pravda en España, que escribiría un libro indispensable para conocer la Historia de la Guerra Civil: “Diario de la Guerra de España”.

13 de noviembre de 1936

Lo mismo que en los días anteriores, a las dos de la tarde han aparecido sobre la ciudad los Junkers acompañados de sus cazas. Miaja se puso rojo de ira y con su mullido puño dio un golpe a la mesa del comedor.
-Pero ¿cuándo comen éstos? Ni ellos comen ni dejan comer a los otros. Les ruego que no se levanten de la mesa.
De todos modos, él mismo se dejó llevar por la tentación y con la servilleta al cuello, se precipitó hacia el balcón cuando le dijeron que el combate aéreo tenía lugar sobre el mismísimo edificio del ministerio. Los Junkers ya huían, los “chatos” atacaban a los Heinkels. Con ceñidos virajes y bajando en picado hacían centellear sus alas de color, como las mariposas, provocando el entusiasmo del público que, ávido, observaba desde la tierra.


Dos niñas se refugian mientras parecen contemplar algo en el cielo, posiblemente un combate aéreo.

Luego el combate se desplazó más allá del ángulo de la casa y no se vio nada más. Todos nos sentamos a la mesa para proseguir la comida. Cinco minutos después, comunicaron por teléfono que se habían abatido varios aparatos y que uno de los pilotos se había tirado en paracaídas y había sido hecho prisionero. Miaja ordenó que lo trajeran aquí, al Estado Mayor. Unos diez minutos más tarde se oyó un extraordinario ruido y griterío de la muchedumbre. Desde el balcón se veía cómo se iba acercando a la verja del ministerio, lentamente, un automóvil rodeado de gente por todas partes, hasta por encima. Se abrió la portezuela, hicieron salir a alguien y lo arrastraron a través del jardín del ministerio. Un grupo de acompañantes y mirones se precipitó hacia el interior del edificio. Salí a la escalera; por sus amplios peldaños mitad conducían, mitad llevaban hacia arriba a un joven de constitución atlética, en cuya cara se dibujaba una mueca de dolor; se agarraba con las manos el vientre, como si se le hubiera roto la correa y le cayeran los pantalones. No era, ni mucho menos, un aviador fascista. Era -le reconocí a la primera mirada- el capitán Antonio, jefe de un destacamento de los “chatos”.

Haga clic en la imagen para ir a la página de Madrid en Guerra.

¿Por qué le arrastran de este modo? Está muy pálido, da trompicones, casi no ve. En la gran estancia en que Rojo trabaja con sus ayudantes, se desploma sobre un diván, poco menos que destrozándolo
con su poderoso cuerpo.
-Antonio, ¿has sido tú quien ha saltado en paracaídas? ¿Te han atacado a ti?
Respiraba pesadamente.
-Dame agua. Tengo el vientre acribillado.
-¡Antonio!
-¡Qué casa de locos es ésta! ¿Por qué disparan contra los suyos?
¡Dame agua en seguida! Tengo fuego en el vientre. Muchas balas en el vientre. Dame agua y luego te explicaré lo que ha sucedido.
-Antonio, no cuentes nada. No has de beber, si estás herido en el vientre. Ahora mismo te hospitalizarán, te llevaran al Palace.
-Cuanto antes al hospital, y ¡un poco de agua! He de apagar el fuego de las balas. ¡No te apartes de mi vista, por favor! Seis víboras me han atacado a la vez. Iba por debajo de las nubes y de pronto seis Heinkels, de todas partes, ¡todos contra mí! Te lo suplico, ¡no te apartes de mi vista!
-No me apartaré de tu vista. Iré contigo al Palace. Es el hospital. Yo vivo allí mismo, a tu lado. Antonio, querido, no hables, ¡te lo prohíbo!


Junto a los pilotos soviéticos, también llegarían conductores de los tanques de la misma nacionalidad, que tendrían un destacado papel. En total se calcula que no más de 2500 soviéticos vinieron a España para ayudar a la República durante toda la guerra, además de militares y asesores en ese número se incluye también personal civil, traductores, personal sanitario, etc…

Todos lo s presentes escuchan horrorizados. ¿Por qué habían arrastrado aquí a un aviador republicano herido, por qué no lo habían llevado a la enfermería? Empieza el vocerío, todos se acusan unos a otros. Coinciden todos en que la culpa recae por entero en la orden de Miaja. Se les había mandado traer al aviador aquí, y lo habían traído. Pero la orden estaba basada en una información falsa, en el hecho de que en paracaídas se había arrojado un aviador fascista. ¿Había que cometer la idiotez de cumplir una orden, basada en una información falsa? ¿O se había cumplido en un acto de provocación? Todos coinciden en que no se debía haber cumplido la orden. Nadie
llama a los sanitarios ni manda traer una camilla. Todos coinciden en que es necesario llamar a los sanitarios y mandar que traigan una camilla. Antonio empieza a deslizarse del diván, se le cierran los párpados. Por fin llegan los sanitarios con la camilla. Cogen a Antonio, muy torpemente, del diván y lo colocan en la camilla, de través. Pero dan un empujón a un sanitario, éste suelta una mano y Antonio cae estrepitosamente al suelo. Todos gritan de horror y dolor, únicamente Antonio no grita. Le cogen otra vez, vuelven a ponerlo en la camilla, bajamos hacia la ambulancia, vamos al Palace, sólo a tres minutos. Le llevan a la sala de operaciones. Aquí hay un tropel de gente, se fuma, hay montones de guata sucia; unos dedos sin recoger, unos pies y aún otra incomprensible parte de un cuerpo, semejante a una rodilla, en una gran jofaina, esperan a la enfermera; de la pared cuelga un cartel con una pareja bailando: “Pasad el verano en Santander.”. A Antonio le colocan en la mesa de operaciones; de pronto, este hombre, tan grande, parece un niño ...


Muchos edificios de Madrid serían utilizados durante la guerra como hospitales de sangre, en la fotografía podemos ver uno de ellos. Los hoteles Palace y Ritz también serían convertidos en hospitale, y en el primero sería operado Sergei Tarjov.

Dos horas más tarde el doctor Gomecilla vino a decirme que Antonio ya estaba operado, que se hallaba en la habitación inmediata, que me llamaba, nervioso. De los intestinos le han sacado cuatro balas; otras dos le han quedado en los órganos internos, sacarlas es muy peligroso. La cuestión está en que el herido permanezca inmóvil; si no, se le producirá una peritonitis y todo se habrá terminado. Por lo visto el aviador tiene una constitución de hierro, hay posibilidades de que se salve, si se logra que permanezca completamente inmóvil en la cama. Pero esta muy intranquilo. Está nervioso y le llama. Quiere explicarle alguna cosa.

Fui a ver a Antonio. En efecto, estaba muy nervioso. Ante todo tuve que coger una hoja de papel y escribir su informe.
-¿Comprendes? No hay ningún documento. Hay que levantar acta ...
-¿Qué documento quieres? Te has batido valientemente, como un héroe, estás herido, has de curarte; de los documentos ya se encargarán los otros.
-El documento es necesario. En el diario del aeródromo se anotó a qué hora emprendimos el vuelo, a la señal de alarma. Por favor, toma esa fecha y anótala en el informe. Lo recuerdo muy bien; quince
horas cuarenta y ocho minutos, pero compruébalo con el diario, ¡esto es un documento!
-¿No querrás decir trece horas cuarenta y ocho minutos? A las quince horas cuarenta y ocho minutos ya te estaban operando ...
-¡Un momento! iUn momento! Lo recuerdo con exactitud; ayer, a las quince horas cuarenta y ocho, a las quince ...
-Ayer no, hoy; ¡el combate se ha librado hoy, hace tres horas!
Antonio se inquietó:
-¿Hoy? ¡¿Es posible que haya sido hoy?! ¿Cómo puede engañarme la memoria? ¡Tú bromeas! ¿.Acaso el combate ha sido hoy? ¿A qué día estamos?
-Ha sido hoy. Te han puesto narcótico. Todo esto carece de importancia. Lo principal es que no te muevas, te curarás.
Está muy deprimido por haber confundido los días.
-¿Es que no tengo nada en el cerebro? Dime la verdad.
-¡No tienes nada en el cerebro, cabeza loca! Estáte quieto.
-¿Y los muchachos, qué? ¿Todos bien?
-Más que bien. Tus muchachos han derribado cinco aparatos, y tú, además, uno; en total, seis.
-¡Son unos águilas! iAh, mis buenos muchachos! Son jóvenes, a seis los mandé a perseguir a los Junkers y yo, con otros dos, de los más experimentados, me puse a combatir con los cazas ... Combatimos bien contra seis. Cada uno de nosotros derribó a una víbora ... De pronto veo que el camarada de mi derecha ha desaparecido y que también han desaparecido todos los fascistas. Estaba claro que habían descendido por debajo de las nubes. Me inquieto por los jóvenes. Los muchachos son jóvenes y aún poco experimentados. Bajo en picado ... ¿No confundo nada? En todo caso, dímelo.
-No confundes nada. Calla, haz el favor. No has de hablar.
-Me siento inquieto por los jóvenes. Bajo en picado ... Y entonces, de pronto, otra vez seis Heinkels, otros, viniendo de todas partes, como perros de presa, ¡todos contra mí! No tuve tiempo de orientarme -enseguida una ráfaga de ametralladora me cortó el ala izquierda y los alerones-. Entré en barrena. De tiempo en tiempo procuro nivelar el aparato por medio del motor -todo inútil . ¿Comprendes? Todo es inútil. ¡¿Comprendes?!
-Comprendo. Calla, querido, luego me lo contarás.
-¿Comprendes? Me dolía perder el aparato. Pero era inútil. Aparatos, tenemos pocos, ¿comprendes? Entonces me desabroché el cinturón, empujé el aparato con los pies y salté. Salté y me dije: el viento sopla hacia el sur, en dirección a los fascistas, por esto hay que caer con rapidez, retardando el paracaídas ... A unos cuatrocientos metros lo abro, bajo sobre una calle, no sé en manos de quién está ... Unos veinte metros deciden de mi suerte. ¿Comprendes? ¿Comprendes? ¿Puedes comprender lo que pensaba en estos momentos? ... Y encima, comienzan a disparar desde la tierra -no sé si contra los aviones o contra mí-. De nuevo tampoco sé quién dispara. Y de pronto algo me arde en el vientre. Es posible que por estupidez alguien hasta de nuestra parte haya disparado ... Pero no lo digas a nadie. Mis muchachos no deben saberlo en ningún caso. Para su temple político-moral es inútil saberlo. Estos errores pueden darse, pero no son característicos. No hay que educar a los aviadores a base de tales equivocaciones. ¿Comprendes? Esto, cállalo.


Paracaídas y diversos objetos de un piloto alemán derribado en Madrid.

-No soy yo quien ha de callar, sino tú, ¿comprendes? Si sigues hablando me iré en seguida. Para ti sólo hay una salvación: no moverte, estar acostado, callar.
-¿Sólo una salvación? ... ¿Esto quiere decir que la cosa va mal?
Enmudeció y pronto se puso a hablar otra vez:
-Estando herido en el vientre, según las reglas, ya no podía saltar.
Me di un golpe muy fuerte contra el suelo. Recuerdo muy claramente que se precipitaron hacia mí unos rostros desconocidos. Quiénes eran, tampoco lo sabía ...
-No me haces caso. Me voy ...
-Bueno, callaré. Es una gran pena que me hayan acribillado. Habría bajado a tierra sin contratiempos y hoy habría peleado otra vez... Contra los fascistas. ¡Contra los fascistas! ¡Contra los fascistas!
-Te pido y te propongo que dejes de hablar. Así sanarás más pronto y volverás al frente.
-¿Crees que volveré?
Me miró a los ojos con una mirada de pronto tan omnividente y penetrante que me asusté pensando que iba a leer en mi rostro la palabra peritonitis.. Pero no la leyó. Se debilitó y en seguida se quedó adormilado.

Restos de un aparato de la aviación franquista derribado en las afueras de Madrid.

El destacamento del capitán Antonio ha volado hoy otra vez en combate a las dieciséis horas y unos minutos. Ha derribado otros cuatro cazas, tres Heinkels y un Fiat. En total, sobre Madrid han sido derribados hoy diez aviones fascistas, ocho alemanes y dos italianos. Las pérdidas han sido un aparato de bombardeo Breguet, de tipo antiguo, y el de Antonio.

Titulares de hoy por la noche en Mundo Obrero:
«Combate aéreo sobre los tejados de Madrid.», «¡Gloria a los héroes del aire! Los aviones fascistas, derribados por los aviadores de la libertad, son una prueba ante el mundo de que el fascismo será vencido en las puertas de Madrid.» .«¡Vivan los pilotos de la República!» (4)


CONTINUARÁ…

(1) Jesús Salas Larrazabal. “La Batalla aérea de Madrid”. Revista Aeroplano nº5.
(2) Estanislao Abellán Agius. “Los Chatos en España”. Revista Aeroplano nº7.
(3) Andrés García de la Calle en: Jesús Salas Larrazabal. “La Batalla aérea de Madrid”. Revista Aeroplano nº5.
(4) Mijail Koltsov. "Diario de la Guerra de España".


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