viernes, 10 de agosto de 2012

LA SANJURJADA I


De Izquierda a derecha vemos al Tte. Coronel Infante, el hijo de Sanjurjo, el general Sanjurjo y el general García de la Herran, en un momento del juicio al que fueron sometidos tras el fracaso de la sublevación del 10 de agosto de 1932. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

"LA SANJURJADA"
El primer golpe contra la Republica
(Primera parte)

Por Florentino Areneros.

El 10 de agosto de 1932, hace ahora 80 años, se perpetraba el primer golpe militar contra la Segunda República, que sería conocido como “la Sanjurjada”. La intentona resultó un rotundo fracaso, y a las pocas horas el movimiento había sido completamente neutralizado. Las causas de este fracaso son diversas, desde la heterogeneidad de los implicados, hasta una pésima planificación y coordinación, sin olvidar algunas voces que hablaron directamente de traición. El golpe, que debería haber tenido dimensión nacional, solo tuvo alguna repercusión en Madrid y principalmente en Sevilla, donde el general Sanjurjo consiguió hacerse con el poder local durante unas horas. Este protagonismo haría que Sanjurjo fuera señalado como el principal artífice de este golpe, cuando en realidad era solamente una pieza más en una acción que él ni planificó ni dirigió. Los nombres de muchos de los participantes e instigadores de este golpe fallido nunca saldrían a la luz, y muchos de los implicados en esta acción, incluido el propio Sanjurjo, volverían a probar suerte en el golpe de julio de 1936.

En la Historia siempre encontramos personajes que pese a su importancia (para bien o para mal) permanecen en un segundo plano. Entre estos podemos contar a José Sanjurjo Sacanell, el general Sanjurjo, un personaje cuya actuación tuvo una gran importancia en la Historia de España en el primer tercio del Siglo XX.

José Sanjurjo Sacanell nació en Pamplona en 1872 en el seno de una familia de militares carlistas. Tanto su abuelo, como su padre, participaron en las Guerras Carlistas y su padre fallecería en el transcurso de la última carlistada cuando Sanjurjo contaba solo dos años de edad. Tras su paso por la Academia Militar, comienza su actividad militar en la Guerra de Cuba de donde regresa ya como capitán. Posteriormente participaría en múltiples acciones en el Protectorado de Marruecos, obteniendo por ello la Laureada de San Fernando. Tras el desastre de Annual de 1921, Sanjurjo participaría en las acciones para recuperar parte del territorio perdido, gracias a los méritos acumulados en estas acciones alcanzaría el generalato.

Sanjurjo, siendo gobernador militar de Zaragoza, apoyaría el golpe de Primo de Rivera de 1923, quien en 1925 le designaría como jefe de operaciones del Desembarco de Alhucemas, considerado el primer desembarco aeronaval de la historia. La operación fue un rotundo éxito, lo que motivó que ya en 1927 con la zona pacificada el Rey Alfonso XIII le distinguiera con el título de Marques del Rif. En 1928 es nombrado Director de la Guardia Civil, cargo en el que continuará en abril de 1931 cuando se proclame la II República.

El general Sanjurjo era un militar de gran prestigio dentro del ejército y muy respetado, con una brillante trayectoria militar que culminaría con la dirección del desembarco de Alhucemas, el primer desembarco aeronaval de la historia militar. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

El papel desempañado por Sanjurjo en los días que van desde el 12 de abril en que se celebraron las elecciones municipales, hasta el 14, día en el que el rey Alfonso XIII abandona España, es fundamental en el desarrollo de los acontecimientos. Existen diferentes versiones y testimonios sobre la actuación del general en aquellas intensas jornadas, pero teniendo en cuenta que Sanjurjo era un militar de probada lealtad monárquica, lo más probable es que en consonancia con la posición del monarca decidiera contemporizar con los acontecimientos sin oponerse al desarrollo de los mismos, garantizando desde su puesto de Director de la Guardia Civil tanto la salida pacifica del Rey, como el mantenimiento del orden en todo el país. No cabe ninguna duda de que si Sanjurjo hubiera decidido tomar otra posición y la actuación de la Guardia Civil hubiera sido otra, el desarrollo de los acontecimientos hubiera sido muy diferente al que conocemos. Como reconocimiento a su actuación durante esos críticos momentos, las nuevas autoridades republicanas mantendrían al general al frente del cuerpo. Sin embargo este “noviazgo”, seguramente contra natura, entre Sanjurjo y la República pronto empezaría a hacer aguas.

Haga clic en la imagen para ir a la página de Madrid en Guerra.

Como ya vimos en una crónica anterior, en mayo de 1931 diversos incidentes entre monárquicos y republicanos desembocan en graves disturbios que culminan con la quema de diversos conventos y edificios religiosos.
La situación social continuará deteriorándose a medida que pasen los meses, y Sanjurjo seguirá desempeñando lo mejor que puede su delicada función. Las tensiones entre los diversos sectores políticos que componen el bloque republicano también van en aumento, las prioridades son diferentes en cuanto a las reformas a acometer, y lo que para unos es lento, para otros es vertiginoso. Las primeras fisuras comienzan a aparecer. Por si todo esto no fuera poco, grupos contrarios a la Republica, recuperados del batacazo inesperado de Abril, no tiran la toalla y comienzan a organizarse. Sectores como la aristocracia, los terratenientes, la Iglesia y otros que ven peligrar su situación con el cambio de régimen, tratarán de evitar que las anunciadas reformas se consoliden.

Al proclamarse la II República, Sanjurjo como responsable de la Guardia Civil jugó un papel determinante en el desarrollo de los acontecimientos, lo que le valió la confianza de las autoridades republicanas que lo mantuvieron en el cargo. En la imagen le vemos junto a Manuel Azaña, el otro gran protagonista de esta crónica. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Con Manuel Azaña como presidente del gobierno se acometieron diversas reformas de trascendental importancia, que no serían aceptadas de buen agrado por diversos sectores como ya hemos mencionado. Entre estas reformas destacamos la autonomía para Cataluña, la no confesionalidad del Estado con la consiguiente perdida de poder e influencia de la Iglesia, o la Ley de Reforma Agraria, que trataría de favorecer a los campesinos sin tierra, así como potenciar el desarrollo en una España eminentemente agrícola. Pero la reforma que más inquietaría a los militares, sería el tema de las responsabilidades, y la revisión de ascensos, sin olvidar la profunda reforma en todo el ámbito militar con la reorganización de las regiones militares y el pase a la reserva de un elevado número militares

Mediante la ley de responsabilidades, se buscaba depurar las posibles responsabilidades derivadas del apoyo de ciertos militares a la Dictadura de Primo de Rivera y a la monarquía, entre los militares investigados estaban el general Berenguer y el general Mola. Por su parte la revisión de ascensos, pretendía anular parte de los ascensos obtenidos en las campañas africanas, que habían promocionado a muchos militares por méritos de guerra en vez de por escalafón, y así tenemos el ejemplo del general Franco, que ascendió al generalato con solamente 33 años. Sanjurjo, también podría ver afectada su graduación de llevarse a cabo la revisión. Tampoco hay que olvidar, que algunos militares se sintieron incómodos con la obligación de jurar lealtad a la República.

Fotografía del gobierno presidido por Manuel Azaña: sentados vemos al Presidente de la República Alcalá Zamora y al propio Azaña. Tras ellos, de izda. a dcha.: Marcelino Domingo, Francisco Largo Caballero, Santiago Casares Quiroga, Luis de Zulueta, Álvaro de Albornoz, Lluis Nicolau d'Olwer, Indalecio Prieto, Fernando de los Rios y José Giral. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Sanjurjo, como máximo responsable de la Guardia Civil, también pasaría por diversos episodios debieron de facilitarle la toma de su decisión. El primero de ellos tendría lugar en la localidad extremeña de Castilblanco, donde el 31 de diciembre de 1931 una manifestación de trabajadores del campo termina en un enfrentamiento con las fuerzas de la Guardia Civil, falleciendo cuatro agentes del cuerpo y un vecino del pueblo. Hay diferentes versiones sobre los hechos y se llega a decir que los cuerpos de los cuatro agentes han sido salvajemente mutilados, lo que lleva al propio Sanjurjo a manifestar: “En un rincón de la provincia de Badajoz hay un foco rifeño. Ni en el Monte Arruit, en la época del derrumbamiento de la comandancia de Melilla, los cadáveres de los cristianos fueron mutilados con un salvajismo semejante“. Los trágicos sucesos se Castilblanco hacen que la Guardia Civil extreme las precauciones para que un acontecimiento así no vuelva a suceder, y unos días más tarde otra manifestación, esta vez en la localidad riojana de Arnedo, termina nuevamente de manera trágica, la Guardia Civil abre fuego sobre los manifestantes, dejando como balance un número indeterminado, según las versiones, de muertos y heridos, entre ellos mujeres y niños. Pero no son dos hechos aislados, el descontento de amplios sectores de la población del campo va en aumento y los incidentes se suceden.

A finales de 1931 y comienzos de 1932 los sucesos de Castilblanco y de Arnedo, donde la Guardía tuvo un destacado y dramático protagonismo, colocarían a Sanjurjo en una delicada situación. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Tras estos acontecimientos, y no sabemos si motivado por ello, el primer ministro, Manuel Azaña, decide relevar a Sanjurjo de su puesto en enero de 1932, sustituyéndole por el general Cabanellas. El general relevado pasaría a dirigir el cuerpo de Carabineros, lo que para Sanjurjo equivalía a rebajarle. Veamos como el propio Azaña cuenta en sus memorias la conversación que mantuvieron ambos cuando le comunicó el cambio de destino:

«-¿No le gusta a usted?
-No, señor Ministro, no me gusta.
-¿Qué le gusta a usted?
-Ya que usted me lo pregunta, le diré, con todo respeto, que solo me gusta la Dirección de la Guardia Civil.
-No me dijo usted eso hace un mes, cuando quisimos nombrarle para el Cuarto Militar.
-Si. Pero ahora es que usted me destituye.
-No es eso. Le cambio de destino. Si yo no tuviera confianza en usted, lo dejaría disponible, como están otros generales de quienes no me fío.
-Las circunstancias harán que, aunque usted no quiera, todo el mundo diga que usted me destituye.»


Todo este cóctel de ingredientes nos muestra a un Sanjurjo cada vez más alejado del gobierno de la República, y es en esta situación cuando comienza sus contactos con otros grupos y personas, que desde hace tiempo vienen elaborando diferentes planes para acabar con la legalidad republicana. Dentro de ese colectivo de conspiradores, encontramos una gran variedad tanto de personas como de ideas, desde monárquicos alfonsinos hasta carlistas, pasando por republicanos de derechas, militares, financieros, terratenientes, aristócratas o religiosos. En todo este entramado, Sanjurjo solo era una pieza más, ni si quiera él era el organizador, incluso posteriormente manifestaría: “Yo no era el director del Movimiento del 10 de agosto. Quizá ese fue mi error, el de no asumir la dirección principal“. El hecho de que aquel golpe sea conocido como “Sanjurjada” no es debido a que fuera el general el principal promotor, si no al hecho de que fue la personalidad de mayor relevancia que figuró entre los detenidos, y tal vez por lo “mediático” de su acción en Sevilla, pero hubo muchas más personas implicadas cuyos nombres nunca saldrían a la luz.

La nómina de los implicados en la intentona del 32 tuvo que ser mucho más amplia de lo que se conoce. El fracaso haría que muchos de ellos permanecieran en el anonimato. En esta página de Mundo Gráfico aparecen alguno de los implicados, muchos de los cuales repetirían en julio de 1936, como por ejemplo el propio Sanjurjo, generales Villegas, Jordana, Mola y Goded o el propio José Antonio Primo de Rivera. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Francisco Márquez Hidalgo en su libro "Las sublevaciones contra la Segunda República" (uno de los utilizados como base en la elaboración de esta crónica) señala con nombres y apellidos a algunos de los más que posibles implicados en el golpe del 10 de agosto: «En la Sanjurjada estuvieron implicados de un modo o de otro los tradicionalistas navarros Joaquín Baletzena y Eugenio Sanz de Larín; los monárquicos alfonsinos representados por los generales Orgaz y Ponte y por el alfonsino Pedro Sainz Rodríguez; los militares generales Barrera, Cavalcanti, Fernández Pérez, Goded, González Carrasco, Villegas, Coronel y el coronel varela –la mayoría acogidos a la ley de retiro-; miembros de la nobleza, como el conde de Vallellano y el marqués de Eliseda; miembros de la oligarquía financiera, como José María Urquijo y Zubiría; el dirigente de las Jons Onésimo Redondo, y varios funcionarios de la administración como Encinas, Aguado y Montero y Alejandro Arias Salgado. También es seguro que Alfonso XIII, José Calvo Sotelo -exiliado en Paris- y el republicano Lerroux estaban al tanto del golpe». Esta lista se podría aumentar mucho más, con nombres de menor importancia, seguramente hubo muchos más implicados pero el fracaso de la tentativa haría que sus nombre nunca salieran a la luz y que sus responsabilidades se diluyesen.

En el mismo trabajo de Francisco Márquez Hidalgo citado anteriormente (del cual recomiendo su lectura) encontramos una breve síntesis de cual sería el plan de actuación de los golpistas: «El director del golpe, el general Barrera, dirigiría las operaciones desde Madrid con la ayuda del general Fernández Pérez; ambos contarían con el apoyo de varios regimientos de Madrid y Alcalá de Henares; en Valladolid se alzaría el general Ponte apoyado por los grupos de Onésimo Redondo; en Granada, González Carrasco; en Cádiz, el coronel Varela; y en Sevilla, Sanjurjo. Además se contaba con seis mil requetés navarros mandados por Sanz de Larín. En Madrid, desde una casa de la calle Prim, se dirigirían las operaciones para la toma del Ministerio de la Guerra y del Palacio de Comunicaciones. Mientras, las guarniciones de las ciudades sublevadas, organizadas en columnas, marcharían hacia la capital del Estado. En una finca del duque del Infantado se ultimaron los preparativos. Estaban presentes, entre otros, Barrera, Fernández Pérez, Sanz de Larín y Sanjurjo. Este manifestó la necesidad de aplazar el día, pero ya era tarde porque las ordenes habían partido». La operación fue un rotundo fracaso, solamente Sanjurjo en Sevilla se hizo con el control de una de las plazas, y en Madrid se realizó un fallido intento de asalto al Ministerio de la Guerra y el Palacio de Comunicaciones, ambos en Cibeles. Las autoridades estaban al tanto del golpe y conocían de antemano los movimientos de los golpistas. La heterogeneidad de los participantes en el golpe y la improvisación, habían hecho que mediante diversas fuentes el gobierno estuviera al tanto de la operación, algunas tan curiosas como el testimonio de una mujer (que ejercía la prostitución según algunos autores), amante de uno de los militares implicados, la cual, temerosa de que a su pareja le pudiera ocurrir algo, transmitió parte del plan a las autoridades policiales.

Retrato de Manuel Azaña, que en aquel momento ostentaba la presidencia del Gobierno y la cartera de la Guerra. Azaña dejaría reflejado en sus diarios con gran cantidad de datalles el episodio de la intentona del 32. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Este episodio conocido como “Sanjurjada” merece de un estudio mucho más amplio y detallado, algo fuera del alcance de esta modesta publicación, por ello vamos a resumirlo tomando como base el testimonio de un testigo de excepción, alguien que vivió como protagonista principal aquellos acontecimientos y nos dejo constancia escrita de ello. Nos referimos a Manuel Azaña y a sus diarios, los cuales pese a su innegable carga de subjetividad, no dejan de tener el valor de un importantísimo documento histórico.A continuación transcribimos parte de estos diarios "robados" de manuel Azaña (que tienen tras de si una interesante historia a la que tal vez un día dediquemos una crónica), recogiendo los días y párrafos de interés relacionados con lo que se conoció como "la Sanjurjada".

5 DE AGOSTO

«La inquietud de alguno de estos personajes les sale a la cara. En los últimos días de julio estuve con el Presidente en la escuela de equitación (Carabanchel) en la ceremonia de inaugurar un busto que los oficiales de caballería dedican a un compañero, muerto en África. Allí estaban todas las autoridades militares, entre ellas el Director General de Carabineros, es decir, Sanjurjo. Todo el tiempo anduvo Sanjurjo como retraído, huido, lejos de nosotros, y cuando yo le miraba con el rabillo del ojo, sin que él se diese cuenta, advertía en su cara una expresión preocupada, y en toda su persona un no se que de abrumado. Le dije luego al Presidente: Sanjurjo debe de estar pensando alguna diablura.

Contra Sanjurjo no conviene hacer ahora nada, puesto que no tenemos ni asomo de pruebas contra él. Si mandase fuerzas del ejército le quitaría el mando, pero en la Dirección General de Carabineros no puede hacer más daño que el que haría desde su casa. No va a sublevar a los carabineros de las aduanas. La fuerza de Sanjurjo es personal, por sus amistades y por su prestigio; es lo que aquí se llama un “glorioso caudillo”. Meterlo en prisión cortaría por el momento la acción. Pero ¿cómo justifico su prisión? ¿Con la honrada convicción del Gobierno? No basta. Armaríamos un escándalo, surgiría una protesta, incluso de los republicanos, por los servicios que prestó el 14 de abril, se pondría la venda de perseguido, etcétera, y tendriamos que ponerlo en libertad como a Barrera (todavía no hay indicios contra Barrera), sin haber conseguido nada; como no consiguieramos hacerle más simpático en el ejército y provocar algún incidente enojoso. No hay sino estar vigilantes y vencerlo. La policía no da más de sí, ni averigua más, ni sabe introducirse entre los conspiradores, para poder convencerlos de culpa, antes de que den el golpe.»


Durante la inauguración de un monumento en Carabanchel a finales de julio, Azaña observó un comportamiento extraño por parte de Sanjurjo, lo que le llevó a comentar al presidente Alcalá Zamora: “Sanjurjo debe de estar pensando alguna diablura”. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

8 DE AGOSTO

«A última hora de la tarde ha venido el Director General de Seguridad, con noticias de los complots. Parece que está ya todo cuajado y a punto. Examino los recursos con que cuenta la Dirección General, y le digo a Menéndez que no hay que echar mano del ejército, sino en caso muy apurado. Mejor es arreglárselas con la policía, los de Asalto y la Guardia Civil. Después de cenar, salgo de paseo por el campo».

9 DE AGOSTO

«El día ha empezado sin novedad, y se acaba con preludios de drama. Toda parece dispuesto para esta misma noche.

He ido a las Cortes como de costumbre, y apenas llegué me sumergí en una de mis eternas comisiones. Esta vez era la agraria. Andábamos en conversaciones, entraba y salía mucha gente del antedespacho de ministros. Llegó Casares y me dijo que estaba allí el director de Seguridad y que necesitaba hablarme.

Nos reunimos los tres solos, serían las seis de la tarde. Menéndez, que es muy locuaz y acalorado, me refirió que, según las últimas confidencias, el golpe es para esta noche, en Madrid. Se proponen asaltar el ministerio de la Guerra y la Telefónica. La confidencia procede de una mujer, amante de uno de los oficiales comprometidos; no es la primera vez a lo que entiendo, que se relaciona con la Dirección General. La mujer ha delatado para que a su amigo no se le haga ningún daño. Creo haber entendido también, a traves de las profusas explicaciones de Menéndez, que el oficial amigo de la confidente, está aterrado de los compromisos que ha adquirido. Que esto es verosímil lo indica el hecho mismo de que se haya franqueado con la querida.


Arturo Menéndez, Director General de Seguridad al producirse el golpe, desarrollaría una intensa actividad, sobre todos en la neutralización de las acciones de Madrid. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Recibida hoy mismo la última confidencia, se han practicado algunas comprobaciones, que denotan ser ciertos los informes. Por ejemplo: dijo la mujer que esta tarde, a las cinco, tenían una reunión en un café varios conspiradores, algunos conocidos, cuyos nombres dio. La policía ha observado que, en efecto, se han reunido quienes y donde dijo. No es, pues, una embustera. También ha anunciado que esta noche, a las doce, se reúnen en un piso del n.º 9 de la calle Bárbara de Braganza , cuatro o cinco personas, que vienen para este asunto. Esto es fácil de comprobar. Sabemos también la hora del golpe: las cuatro de la madrugada. Los directores son Barrera, González Carrasco, Cavalcanti, Fernández Pérez, el coronel Benito, etcétera. La fuerza principal se compone de oficiales retirados, pero creen contar con algunas unidades de la guarnición de Madrid. Tienen, respecto de mi persona, las peores intenciones (Dios se lo pague). No suena el nombre de Sanjurjo.

El Palacio de Buenavista, junto a la plaza de la Cibeles, sede del Ministerio de la Guerra y residencia de Azaña. Fue uno de los objetivos de los sublevados que fracasaron en su intento de asalto. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Recapitulados todos los datos, que no añaden a lo que ya sabiamos más que la precisión del día y la hora (que no es poco, ciertamente), acordamos lo necesario para dominar el golpe. Les digo a Casares y a Méndez que nadie ha de enterarse de lo que ocurre, ni si quiera el Gobierno. No quiero decírselo a ningún ministro más; ningún auxilio pueden prestarme y en cambio, enterados, la alarma cundiría al instante, comenzarían als idas y venidas, los conciliabulos, y lo mejor que obtendríamos sería aventar a los conjurados hasta otro día, y no acabaríamos nunca. El mismo cuidado se ha de tener con las órdenes que se den por la Dirección de Seguridad; que nadie se percate de que estamos en un día extraordinario, y que todo lo que se haga se dé como las precauciones que habitualmente vienen tomándose».

En la noche del día 9 ya se han tomado todas las precauciones, se ha reforzado la guardia en el Palacio de Buenavista donde se encuentra Azaña, y por los jardines se encuentran parapetados Guardias de Asalto a la espera de acontecimientos. También se han mandado fuerzas para proteger la Telefónica y el Palacio de Comuicaciones, sin olvidar el control a las unidades militares. Tras la cena Azaña recibe la visita de Saravia, Menéndez y otros mandos, la información facilitada por la mujer sobre la reunión del piso de Barbara de Braganza ha resultado cierta: varias personas han llegado en varios automóviles, al ser detenidos en la vivienda, han manifestado que iban a echar una partida de poker. Se trataría del estudio de un pintor (del que no conocemos su identidad) ubicado en el último piso de la finca.

Por las confidencias de la amante de uno de los implicados, se pudo detener a un grupo de implicados que se hallaban reunidos en es estudio de un pintor (del que desconocemos su identidad) en la calle Bárbara de Braganza. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

En el Palacio de Buenavista cae la madrugada. Retomamos el relato de Azaña:

«He aquí el suceso, tal y como lo he percibido desde mi despacho. Estaba yo hablando con Saravia cuando oímos tiros por la puerta de la calle Prim. ¡Ya!, dije yo tendiendo el oído. Saravia, sin decir palabra, dio media vuelta y se marchó a su puesto. El tiroteo fue intenso, y con un breve intervalo se repitió. Después, profundo silencio. Subió Saravia y me dijo que unos militares habían ordenado al centinela de la puerta de la calle Prim más próxima a Recoletos que les abriese, y como no hizo caso, le hicieron fuego, al que contestó el centinela y los soldados apostados por allí. Han disparado mucho, quizá demasiado. Según le informaba el teniente Santiago, los asaltantes habían llegado en automóvil, y al ser rechazados, se volvieron hacia Recoletos.

Estando en esta conversación, entró Menéndez seguido de Tourné. Venía descompuesto y desesperado.
-¡Destituyame usted don Manuel! ¡No sirvo para defenderle a usted! ¡No he sabido acabar con ellos!
Estaba frenético contra sí mismo. Procuré calmarlo y me hizo relación de lo que había visto. Antes del tiroteo, dos individuos subieron de Recoletos por la calle de Prim, y pasaron despacio junto a la verja del ministerio, como reconociéndola. Al llegar cerca de la calle del Barquillo, los agentes los detuvieron, por orden de Menéndez. Seguidamente, dos automóviles vinieron por el mismo camino. Traían los faros encendidos y proyectaban la luz sobre la verja, como para deslumbrar a los que estuviesen por la parte de dentro. Se apearon unos militares y empezaron los tiros. Menéndez y Tourné hicieron fuego, y también alguno de los apostados en la calle de Xiquena; pero tuvieron que retirarse estos últimos, para esquivar los disparos de la tropa que estaba en el jardín. Los de los automóviles volvieron a montar rápidamente y retrocedieron, yéndose por Recoletos. Menéndez y los suyos consiguieron detener a tres.

Aún no había concluido Menéndez su relación cuando por teléfono nos dijeron que en la casa de Correos se habían presentado cuarenta o cincuenta oficiales, de uniforme, con propósito de apoderarse del edificio. Un pequeño retén de Guardia Civil que allí había los desarmó y detuvo a todos. Esta noticia puso muy contento a Menéndez. ¡Al fin les habían echado mano! Supusimos que eran los mismos rechazados del ministerio, que habían querido repetir el intento en Correos. Menéndez se marchó, a Correos, para hacerse cargo de los presos.


Un grupo de guardias de asalto posa en las escaleras del palacio de Comunicaciones en la Plaza de Cibeles, mientras unos compañeros sacan el cadáver de uno de los asaltantes. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Entretanto hemos seguido buscando a Sanjurjo. He hablado otra vez con Sevilla. No sabían nada. Después, desde Gobernación, me dijeron que habían averiguado que Sanjurjo tenía reservadas habitaciones en un hotel de Sevilla. Vuelta a llamar al general (se refiere Azaña al general González al mando en Sevilla que en una conversación anterior le informa de no tener datos de ningún movimiento extraño en la ciudad). Esta vez ya “sabía algo”. Dijo que había ido a verle un ayudante de Sanjurjo, que acababa de presentarse en Sevilla. El ayudante había tenido una conversación poco clara con el general de la división. “Le veo en una actitud extraña –me decía el general González- y me permito decir al señor ministro que temo que el general Sanjurjo se coloque en una actitud de rebeldía contra el Gobierno”. Así me ha dicho textualmente.

Dos de los asaltantes del Palacio de Comunicaciones, abandonan detenidos el lugar de los hechos. No estamos seguros pero pensamos que el de la izquierda es el capitán Cabanas. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Al general de la división de Sevilla se le notaba en el timbre de la voz el susto que tenía y en su manera de dar cuenta algo así como el propósito de inhibirse… Ninguna protesta de celo, ninguna noticia de las medidas que hubiese adoptado o que pensase adoptar. En fin, o un cobarde o un traidor. Pero como yo no tenía ningún rayo para fulminarlo desde Madrid, procuré reanimarlo o amedrentarlo, y después de decirle que en Madrid ni en ninguna parte teníamos nada que temer, le eché una chillería y le di instrucciones»

En esta imagen tomada en Sevilla tras hacerse con el poder el general Sanjurjo, vemos a este junto al general González, que se encontraba al mando de la División de Sevilla en el momento de producirse el golpe. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

¿Qué sucedía en Sevilla? ¿Cuáles eran los planes de Sanjurjo?, ¿Qué estaba ocurriendo en otras localidades españolas o en otros puntos de Madrid? Hasta aquí la primera parte de esta crónica sobre “la Sanjurjada” que tendrá continuidad en una próxima, donde seguiremos con el relato que en sus diarios nos dejó Manuel Azaña.

Florentino Areneros.


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