lunes, 13 de octubre de 2014

CANTARRANAS


El viaducto de Cantarranas en una imagen tomada poco después de finalizarse su construcción. Al fondo distinguimos el edificio de la Facultad de Filosofía.

CANTARRANAS:
“SI HAY QUE SANEAR, SE SANEA”

Por Florentino Areneros.

En la película “el milagro de P. Tinto” de Javier Fesser aparece un singular personaje, un chapuzas de nombre Usillos, quien pronuncia una frase que se ha hecho ya legendaria en el mundo de construcción: “si hay que sanear, se sanea”. Una frase mítica que ha superado el mundo del ladrillo y la paleta, utilizándose en la actualidad por muchas personas en sus conversaciones cotidianas.

Dos imágenes actuales del viaducto de Cantarranas, tomadas antes y después de la “restauración” que se ha realizado. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)

Hace tiempo en una crónica titulada “un cadáver en la Universitaria” (clic aquí para ir a la crónica), advertíamos del evidente deterioro que en algunas zonas presentaba el viaducto de Cantarranas, también conocido cuando fue construido como de los “Quince Ojos” por los quince arcos con los que esta obra de ingeniería salvaba el desnivel que el arroyo de Cantarranas había creado durante siglos en su camino hacia el Manzanares. Es muy difícil en la actualidad imaginar la belleza y elegancia de este viaducto, el profundo cortado por el que discurría el arroyo ha sido colmatado, el propio arroyo de Cantarranas es ya leyenda, domado y canalizado bajo tierra en algún colector. Los arcos han sido tapiados para crear habitáculos que ahora sirven de almacenes. Seguramente Eduardo Torroja, el ingeniero que lo diseño (clic aquí para ir a la crónica), nunca imaginó el destino que le esperaba al impresionante viaducto, el más espectacular y vistoso, junto con el ya también enterrado Viaducto del Aire, de todas las infraestructuras que se construyeron en la nueva Ciudad Universitaria de Madrid, un proyecto truncado por el golpe militar de julio de 1936 que desencadenaría la Guerra Civil.

En primer término podemos observar la impresionante silueta del Viaducto del Aire sobre el valle formado por el arroyo Cantarranas, y al fondo la elegante figura del Viaducto de Cantarranas. El primero ha desaparecido al ser enterrado totalmente, mientras que el segundo lo ha sido parcialmente y la mayoría de sus arcos han sido cegados, perdiendo completamente su fisonomía y diseño original. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)

Además de su valor patrimonial y monumental, desgraciadamente ya perdido tras ser casi totalmente enterrado, el viaducto de Cantarranas tiene un indudable valor histórico. Al igual que muchos otros puntos de la Ciudad Universitaria el viaducto sería escenario de violentos combates en noviembre de 1936 durante la Batalla de Madrid. Cantarranas sería primera línea de fuego entre ambos bandos, hacia el lado del río Manzanares era territorio de las fuerzas franquistas, que ocupaban el cercano Palacio de la Moncloa, la Escuela de Arquitectura y la Casa de Velázquez. Por el lado del Viaducto que da hacia las facultades de Medicina, se extendía la tierra de nadie, un enorme descampado que hoy ocupan los campos de deportes de Cantarranas, la Facultad de Periodismo y el Edificio de Alumnos. Al otro lado del viaducto, junto a esta tierra de nadie se encontraba la Escuela de Ingenieros Agrónomos, también en poder de las tropas franquistas. Frente a Agrónomos, y solamente separados por los pocos metros de anchura de la Avenida Complutense, se encontraban las primeras posiciones republicanas en las facultades de Odontología, Medicina y Farmacia, así como el aspillerado muro de contención de la propia avenida, que todavía hoy podemos contemplar a la entrada de la Facultad de Periodismo. Las tropas republicanas también ocupaban la Facultad de Filosofía, al final de la Avenida Complutense, cerrando el círculo sobre ese terreno de nadie, en el que la imponente silueta del viaducto hacía las veces de singular pórtico.

Fotografía tomada durante la guerra desde las primeras líneas republicanas en la Facultad de Filosofía. En primer plano contemplamos el viaducto y la extensa zona de nadie que hoy ocupan los campos de deportes de Cantarranas, al fondo podemos distinguir la Escuela de Agrónomos (1), la Casa de Velázquez (2) y la Escuela de Arquitectura (3), todos ellos en poder de las fuerzas franquistas. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)

Estas posiciones se mantuvieron desde los días de la Batalla de Madrid en noviembre de 1936 hasta el final de la contienda, constituyendo un frente activo durante todo este periodo. Pese al paso del tiempo, todavía hoy podemos contemplar las huellas de aquellos intensos combates. Son innumerables los impactos que se conservan en las fachadas de las facultades médicas, o en algunos edificios de Agrónomos no restaurados, así como en el citado muro de la Facultad de Periodismo o en la facultad de Filosofía. Y por supuesto en lo que no se ha enterrado del viaducto de Cantarranas, literalmente acribillado por los impactos de proyectiles y metralla, unas huellas que se han conservado hasta nuestros días, constituyendo un inigualable testimonio de lo que fue aquel periodo y a la vez, un vestigio histórico y arqueológico de indudable valor.

En los pilares y paredes del viaducto se podían contemplar infinidad de impactos de fusilería y metralla, testigos de los intensos combates que tuvieron lugar en este dispustado lugar. Tras la “restauración” a la que ha sido sometido el conjunto, todos estos impactos son ya historia. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
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Sin embargo parece que en España carecemos de interés por nuestra Historia, son innumerables las barbaridades que se han perpetrado contra el patrimonio de todos los españoles, muchas de ellas realizadas con el aplauso y complicidad de las propias autoridades que deberían velar por su conservación. A pocos metros del viaducto, se encontraba una pintada legendaria que sobrevivió milagrosamente al periodo franquista, pero que no pudo superar la mala baba de algún salvapatrias, de los que confunden patriotismo con llevar un lacito con la bandera en el retrovisor del coche, que ordenó borrarla con saña tras publicarse la noticia de su existencia en el diario El País, treinta años después de la muerte del dictador (clic aquí para ir a la crónica de La Pintada). Con estos antecedentes era de temer que tanto los vestigios que se conservan en Cantarranas, y mucho nos tememos que los del resto que todavía se pueden contemplar en otros puntos del campus, tenían los días contados.

En la imagen superior podemos ver una fotografía de Albert Louis Deschamps tomada a las pocas horas de entrar las tropas de Franco en Madrid. En la inferior vemos como ha quedado el mismo lugar en la actualidad. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)

Y desgraciadamente así ha sido, como comentábamos al principio de esta crónica, el viaducto presentaba signos evidentes de deterioro que requerían una intervención. Sin embargo al igual que Usillos en El Milagro de P. Tinto, se ha vuelto a aplicar el inefable “si hay que sanear se sanea” y han dejado el viaducto “niquelado” como diría el propio Usillos, tanto que parece que lo inauguraron ayer. Por ahora solo se han “restaurado” los dos arcos por los que circulan los vehículos, y en el resto todavía se pueden apreciar las marcas de los impactos, con lo que todavía nos podemos sentir medianamente contentos, podía haber sido peor, pero no descartamos que en un futuro no muy lejano el Usillos de turno consume la tarea iniciada.

Dos fotografías del mismo punto del viaducto, la superior de Deschamps y la inferior de cómo se encontraba el mismo lugar cuando se iniciaron las tareas de restauración. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)

No estaría de más encontrar un equilibrio entre lo que es el mantenimiento y lo que es la conservación de la identidad y la historia de nuestros monumentos. Hace tiempo leíamos con asombro como los del teatro romano de Sagunto habían sido recubiertas con placas de mármol, convirtiendo lo que eran ruinas en un proyecto que firmarían el propio Moneo o el mismísimo Calatrava. Aquella polémica remodelación acabó en el Tribunal Supremo, que ordenó desmontar los añadidos, algo que ya no se puede realizar. En Madrid, sin llegar a la dimensión del caso de Sagunto, tenemos otro caso curioso, como vimos en otra crónica el Palacio Real resultó seriamente dañado a causa de los impactos de la artillería franquista durante la Guerra Civil (clic aquí para ir a la crónica), el palacio sería restaurado, una decisión acertada, pero todavía con una mirada atenta podemos descubrir impactos de metralla en muchos puntos de las fachadas, que de ninguna forma afean o distorsionan la monumentalidad del conjunto, siendo además un vestigio histórico ligado a la propia historia del edificio, y constituyendo una curiosidad que puede ser un atractivo turístico más para todas las personas que lo visitan. Sin embargo y de manera inexplicable están siendo poco a poco tapadas, como si de un desconchón más producido por el tiempo se tratara.

Una panorámica del teatro romano de Sagunto tras la polémica restauración realizada en el mismo, en la que se han colocado losetas de mármol sobre los asientos originales de época romana. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)

Desgraciadamente en Madrid parece que existe un pacto no escrito de ocultar todo lo relacionado con la Guerra Civil, con nuestra Historia. Las actuaciones de las administraciones, tanto autonómicas como municipales, son escasas e insuficientes, no se percibe una voluntad decidida de conservar este importante patrimonio arqueológico e histórico, y darlo a conocer. Son muchas las fortificaciones que han desaparecido ante el imparable desarrollo inmobiliario y urbanístico, y llama la atención por ejemplo que un lugar como el Bunker del parque del Capricho permanezca cerrado al público, cuando podría ser un importante atractivo turístico como podemos comprobar en otros lugares como Almería, Cartagena o Alicante. Siento realmente envidia de otras capitales como París o Londres, donde se conservan y se muestran al público lugares relacionados con la II Guerra Mundial, y podemos encontrar por sus calles placas que nos recuerdan lo que ocurrió en aquellos lugares, o que nos explican que son esos desconchones que vemos en una fachada. No sé si se trata de ignorancia o de falta de voluntad, pero me temo que tardaremos mucho en ver algo similar en Madrid, si es que algún día llega. Mientras tanto, como hemos podido comprobar en Cantarranas, seguiremos fieles a nuestras tradiciones y al “si hay que sanear, se sanea”.

Florentino Areneros.

Dos imágenes de edificios en Londres, en los que se han respetado los impactos producidos como consecuencia de los bombardeos que sufrió la ciudad durante la II Guerra Mundial. Una inscripción junto a uno de ellos explica su origen y significado histórico. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)